Parece que los padres estamos fallando en
el proceso de separación, individualidad y ayuda a los hijos a crear su propia
independencia. A eso se le podría llamar
complejo de papá gallina.
Es curioso, lo que pasa es que confundimos
lo que es el amor y nos dedicamos a hacer felices a nuestros hijos, a
cumplirles sus caprichos, a resolverles la vida y no pensamos en prepararlos
para una vida dura, así que nuestros hijos nunca aprenderán a ganarse la vida y
a ser autosuficientes. A eso se le llama
hacerlos dependientes e inútiles.
Cada día los hijos pretextan su ayuda en
las labores del hogar alegando que su única responsabilidad es el estudio, pero
lo demás depende totalmente de sus padres. A eso se le llama ser mantenido.
En aras de una felicidad mal entendida
queremos llenarlos de cosas materiales, se les compra la mejor ropa o los tenis
mas caros, estudian en escuelas particulares, dinero para las discotecas,
dinero para sus gastos, un carro si es posible, sin mencionar otros
"compromisos económicos que ellos hacen"; los cuales no se ganan y lo
más grave ellos piensan que es tu obligación.
A eso se le llama alcahuateria.
Te sacrificas en todos los sentidos para
que tus hijos tengan lo mejor y nunca les quedas bien y lo que recibes por
parte de ellos es: exigencias y egoísmo.
Les hemos dado tanto, que se creen
merecedores de todo. No te piden... te exigen.
Les hemos dato tanta atención que se
sienten el centro del universo, cargados de egoísmo creen que el mundo debe de
girar a su alrededor y que lo único valioso, importante y primordial, son
ellos. No les hacemos conciencia de su papel como individuos responsables.
Si yo como padre cumplo con el compromiso
de cubrir sus necesidades personales, de salud y escolares... Ellos tienen que
cumplir con el compromiso de sacar buenas calificaciones y colaborar en el
hogar.
¿Qué está pasando con las nuevas
generaciones?
Si miramos un poco hacia atrás y revisamos
los años lejanos o cercanos a nuestra juventud, todo era muy diferente.
No tenías teléfono celular... y no pasaba
nada.
No tenías computadora... y te fletabas a
mano.
Te conformabas con la ropa que te podían
comprar y no por eso te sentías diferente ni descalificado por no usar la marca
X ó Z.
Si te llamaban la atención, te negaban un
permiso o te daban un coscorrón, de ninguna manera le faltabas el respeto a tu
papá, ni mucho menos lo amenazabas.
Si te ibas a una tardeada, fiesta o
reunión, te comprometías a regresar a una hora determinada, que tenías que
cumplir te gustara o no, de lo contrario no había permisos para la siguiente.
Y eso no era motivo para emitir gritos,
zapatazos y azotes de puerta, chantajes o tener durante una semana sonrisas
fingidas o caras molestas.
En ese tiempo existía un valor muy
importante que nos enseñaron desde pequeños, se llamaba: RESPETO.
Ahora no se conoce, no existe, no sabemos
en qué lugar estará o detrás de que
mueble lo escondimos para que nuestros hijos no lo encuentren y mucho menos lo
practiquen.
Había valores que eran preponderantes: uno
era el orden, el otro la disciplina y otro la obediencia.
Hoy en día, algunos padres no ayudan a la
tarea, si no que la hacen completa, y habiendo tanto libro e información a la
mano, además te la buscan, lo único que les falta es ir a presentar el examen
en el salón de clase.
Y todo este circo para que el chico no haga
berrinche y no sufra una deshidratación a causa de sus lágrimas y lo más
triste... "para mantener la paz social en el hogar", donde la
solvencia y la autoridad de los padres hace mucho tiempo no existen.
Y qué decimos del hogar, donde para evitar
conflictos y discusiones, como ya no funciona aquel estribillo de: Jorgito a la
una, Jorgito a la dos, Jorgito a las dos y cuarto como si fuéramos reloj. O el clásico "voy a contar hasta
diez", va una, va dos...
Nos convertimos en el cómplice de nuestros
hijos.
Eso sí, con la boca callada para no caerles
gordos con tanta habladera y no les permitimos a nuestros niños que se
desgasten ni siquiera recogiendo sus propios tiraderos.
Total para qué (pensamos), ellos por qué,
si no tienen la culpa alguna de mis problemas, ellos no pidieron nacer.
En aquellos tiempos no te sobreprotegían,
ni te solucionaban los problemas, tenías libertad hasta para cometer errores,
lo cual te llevó a desarrollar un sentido de responsabilidad y de identidad.
Eso se llama CRECER.
Dentro de este proceso de crecimiento no
estaban exentos un coscorrón, un cinturonazo o una que otra nalgada bien
puesta, misma que a nadie le ocasionó ningún trauma, por tratar de que
obedecieras.
En aquellos tiempos la voz de tu padre se
escuchaba con respeto, las órdenes de mamá se acataban sin protestar y los
consejos de ellos no eran catalogados como cantaletas, rollos o monsergas. Ni
le decías a tu papá "ya cállate" o el famoso "si, hombre,
si". En aquellos tiempos los padres ponían los límites, las reglas y las
condiciones y no tenían miedo de que el hijo o la hija les dijeran: es que aquí
no me comprenden, la onda es diferente, no me dejan ser, tu no te metas, tu de
que hablas, tu eres peor, o el típico "me voy de la casa". ¿Pues
adonde te ibas a ir que te trataran mejor que en tu casa?
En aquellos tiempos los padres no tenían
miedo de llamarte la atención y "que te enojaras". Total tenías dos
costos enojarte y volverte a contentar.
En aquellos tiempos si no querías comer, te
quedabas con hambre, porque no te daban dinero para comprar porquerías en la
tienda de la esquina. Además para qué, si la mamá se levantaba temprano a
prepararte el desayuno o tu lunch.
En aquellos tiempos tus padres no
justificaban tus malas calificaciones, ni tu mal comportamiento en la escuela,
ni la falta de respeto a los maestros, ni tu falta de colaboración y apoyo en
tu casa.
En aquellos tiempos el padre decía no. Y
no, quería decir NO.
En aquellos tiempos la figura paterna era
muy diferente a la actual, en aquellos tiempos el amor, el respeto y la consideración...
No daban cabida a los actuales calificativos: Mi papá está loco, ya está
chocho, es un egoísta, está neurótico, es un fustrado, y quien sabe cuántos
calificativos más. Mismos que me causan una gran pena, no sé si por quien los
emite o por quien los recibe.
¿Qué vamos a hacer con los hijos de hoy?:
Egoístas, aprovechados, dependientes,
irresponsables, irrespetuosos, groseros, estafadores económicos y emocionales.
Si no les das dinero, inventan y te lo sacan o si pueden te lo roban, o de
plano se enojan.
Si no les das permiso de salir, se enojan o
les vale un verdadero sorbete y se salen. Si los reprendes te responden y no te
escuchan, si tratas de buscarlos, te apagan el celular. Si sacan malas
calificaciones, no les importa, total su papá es el que paga. Enséñales a pagar
su propio dinero con honestidad, para que sepan lo que cuesta administrarlo y
disfrutarlo. Enséñales a valorar la oportunidad del estudio, no todas las
personas tienen el privilegio de prepararse, tener una profesión y formar un
plan de vida equilibrado. Enséñales a respetar a sus semejantes para cuando
tengan su pareja la sepan cultivar y procurar.
La igualdad entre hombres y mujeres no es
faltarse al respeto, ni tener jerarquías ventajosas.
Enséñales a formar su escala de valores que
los harán seres humanos de bien, útiles a su familia y a la sociedad. Hazles
conciencia que los valores no han pasado de moda ni son piezas de museo.
Enséñales a quererse a sí mismos para que
cuando tengan sus hijos, los amen y eduquen. Para que tengan credibilidad en la
relación de pareja.
Piensa... ¿Qué vas a querer a cambio de un
abrazo?
DESPIERTA PAPÁ DESPIERTA.
Vamos a ponernos las pilas, hagamos de
nuestra escala de valores un estandarte, para que nuestros hijos aprendan lo
que es el respeto, el compromiso, la honestidad, la humildad, la cortesía, la
prudencia, la generosidad, el agradecimiento; y la nobleza de corazón...
Que los hará unos seres humanos de
excelencia.
DESPUÉS DE TODO NO ES TAN DIFÍCIL.
PRUEBA Y
VERAS.